Mi querido y distinguido amigo: Permítaseme, por favor, que te tutee. No te conozco personalmente, pero sé algo de tí, por tu madre, (q.G.h.), y por tu padre. He de manifestarte, en primer lugar, que tu madre fue alumna mía, en tercero de Bachiller, en la Academia Nuestra Señora de Fátima de Berja, precursora de Pedagogía compensatoria.
Ante el dolor acumulado por su muerte, por su ausencia y por sus recuerdos, me pongo en tu lugar; es tiempo de cansancio, de lágrimas, de dejar marchar, pero ten presente que, en medio del dolor, alguien te sostiene, alguien te lleva de la mano en este camino de la vida; no tengas ninguna duda. El sufrimiento no tiene la última palabra, sino que hay un horizonte que dá sentido a nuestras vidas y configura e ilumina el presente.
El dolor que te embarga hoy, es tan grande, porque ha habido mucho amor,entre vosotros, y el amor, «no pasa nunca», como decía San Pablo, sino que nos ayuda para sentirnos profundamente agradecidos por esta herencia recibida, que nos conduce a decir, humildemente: Gracias, Señor, por este gran regalo de madre que me has hecho.
Los creyentes sabemos, que la fe es un bien para el ser humano, que nos hace vivir mejor, y en estos momentos tan fuertes y dolorosos, es un gran tesoro.
El día 3 de agosto del año pasado, fue la última vez que ví a tu madre, con motivo del Pregón de las Fiestas de Berja, porque el pregonero, formado en la misma Academia que tu madre, como te habrán contado, posibilitó tu nacimiento, como Catedrático de Obstetricia y Ginecología.
Te ruego, mi querido amigo, que pongas tu dolor en manos de Dios, y deja, que su Palabra, vaya iluminando este acontecimiento tan doloroso para tí,y para tu familia, porque tu madre, ya está disfrutando de su rostro. Era Buena, con mayúscula, estudiosa, responsable, trabajadora, brillante en los exámenes y en su modo de ser y actuar, y has de sentirte muy orgulloso de ello, y a ésto, hay que añadirle, que en este examen final, donde nos examinan del Amor, tu Madre, ha obtenido, y creo no equivocarme, Matrícula de Honor, por sus méritos y capacidades,
Y, para terminar, quiero recordarte estos versos del poema de Santa Teresa de Jesús: VIVO SIN VIVIR EN MÍ. «Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva: viva muriendo primero, que muero porque no muero.»
Un fuerte abrazo. Juan Medina Padilla, desde Granada, que por causas ajenas a su voluntad, no ha podido acompañaros en este trance tan duro, que nos presenta la vida.