Cuando un principiante entra en las inversiones, una de sus primeras reacciones suele ser sentirse abrumado. No solo por la dificultad intrínseca de este sector, también por la gran cantidad de instrumentos financieros existentes. Entre estas herramientas, una bastante popular son los contratos por diferencia (CFD, por sus siglas en inglés). Su flexibilidad y características únicas lo ha convertido en un gran protagonista de los mercados, pero… ¿qué es lo que lo hace único con respecto a otras opciones?
Flexibilidad operativa
Uno de los aspectos que distingue a las operaciones con CFD es su flexibilidad. A diferencia de las inversiones tradicionales, los CFD permiten especular tanto al alza como a la baja en el precio de un activo subyacente sin necesidad de poseerlo físicamente. Mientras que invertir en acciones requiere comprar y vender el título directamente, con los CFD solo tienes que abrir una posición de compra o de venta para aprovecharte de las fluctuaciones del mercado.
Además, los CFD te ofrecen acceso a una amplia gama de mercados, incluyendo acciones, índices, materias y criptomonedas, todos desde una sola plataforma. Esto contrasta con otros instrumentos financieros, como los ETFs, limitados a replicar un índice o sector específico; o los futuros, que se centran en las materias primas y con fechas de vencimiento definidas.
Por otra parte, la ausencia de vencimientos en los CFD aportan un extra de flexibilidad frente a los futuros. En estos últimos, los contratos expiran y deben ser renovados, pero los CFD sí permiten mantener la posición abierta de manera indefinida, mientras se cumplan los requisitos de margen.
Apalancamiento
El apalancamiento es otro punto a tener muy en cuenta en las operaciones con CFD de otros instrumentos financieros. Los CFD permiten operar con un margen, lo que significa que solo se necesita una fracción del capital total para abrir una posición. En un apalancamiento de 1:10, el inversor solo tendrá que aportar un 10% del valor total de la operación para que esta salga adelante.
Esta característica, sin embargo, tiene un efecto secundario: aumenta tanto las ganancias potenciales como los riesgos asociados a una operación. En las acciones, las pérdidas siempre estarán limitadas al capital invertido, mientras que las operaciones con CFD pueden tener pérdidas mayores al margen inicial si el mercado se mueve en contra de la posición.
En comparación con los futuros, aunque en ambas herramientas se puede operar con apalancamiento, los CFD suelen ser más accesibles para los pequeños inversores porque requieren de bastante menos capital. Por su parte, los ETFs no ofrecen apalancamiento de manera directa, lo que los convierte en una operación mucho más conservadora y adecuada para quienes buscan riesgos más controlados.
Los costes asociados también son un factor a considerar. En las operaciones con CFD, los traders enfrentan spreads y, en ocasiones, comisiones por mantener sus posiciones abiertas durante la noche. En contraste, las acciones y los ETFs suelen implicar costes relacionados con la compra y venta, mientras que los futuros tienen comisiones específicas y tarifas para cada contrato.