Un cortijo virgitano ha sido escenario el fin de semana de una muestra de las labores de la parva y de construccón de bariles de uva. El ayuntamiento hará un museo de antiguos oficios y prepara talleres de barrilería.

Antonio González Gutiérrez recordaba que en 2002 comenzaron a realizarse estas actividades de recuperación de la tradicional y ya desaparecida labor de la parva, “que consiste en traer a la era la siega para que los mulos la machaquen con las patas y las tablas enganchadas hasta que se saca la paja y el grano. Luego se hace un montón en el centro y con el viento se separa el grano de la paja, que se llama aventar. He conocido hasta doce pares de mulos trabajando a la vez en la era”, comentaba este veterano de la parva, dueño de alguno de los mulos que trabajaban en la demostración organizada por el ayuntamiento virgitano para recuperar viejas tradiciones. La paja quedaba para los animales, y el grano de trigo para la alimentación, o también para las bestias si era cebada.

 

Sólo hace 30 ó 40 años que la parva era todavía una actividad económica cotidiana en la zona y con el objetivo de recordarla, al igual que las faenas de la uva y la construcción de barriles, el centenario cortijo El Cangilón, ha sido durante dos días escenario de la muestra, a la que han acudido cientos de personas de toda la provincia. En la era los mulos hacían recordar a los mayores sus quehaceres cotidianos de antaño, subidos a las tablas y surcando la paja como veleros a gran velocidad, como si fuera una carrera de cuadrigas romanas. Mientras tanto los artesanos y las mujeres se dedicaban a construir barriles para la uva, limpiando y separando los granos para dedicar a la exportación los mejores frutos.

Una interesante iniciativa que el ayuntamiento de Berja quiere fomentar con la realización de talleres de recuperación de antiguos oficios e incluso con un museo, como explicaba el concejal de Fiestas y Tradiciones, José Carlos Lupión, que fue uno más de los que disfrutaron de esta tradicional y ya casi olvidada celebración, “vamos a hacer un taller para que los jóvenes aprendan la barrilería y pretendemos exponer todo el material que hay ahora en el Centro Virgitano de Estudios Históricos en un espacio del que pronto dispondremos. No descartamos que se incluya en el museo sobre la minería que pretendemos hacer, porque hay elementos para hacer un gran museo y tenemos varios particulares dispuestos a ceder parte de su propiedades como patrimonio del municipio. Está sólo en mente pero posiblemente sea una realidad en poco tiempo”. Hasta Berja se han acercado estos días gente desde Terque, donde se encuentra el museo de la uva, El Ejido, Las Alpujarras y varios lugares de la provincia, prueba de la expectación que levantó un año más la parva.

 

‘Valenciano’ y ‘Comisario’ eran dos de los esforzados mulos, entre 6 y 8 años y propiedad de Antonio Sánchez, quien aseguraba con casta “tengo 71 años y he estado toda mi vida con mulos, me gustan. Mi mujer quiere que me quite de estas cosas, pero no puedo. Es una pena que se pierda la parva, porque ahora la juventud no la quiere, sólo quiere buenos cubatas y que el padre le dé dinero, cuanto más mejor”.

El secreto de la trilla está en el grano, afirma José Bonilla, “si está más fino, si tiene más o menos brozas, también de la cantidad que haya. Se trata de dejarla fina al gusto del dueño. Normalmente se hace para el dueño de las bestias y se deja como pida. Hace 35 años por lo menos que no se hacen parvas en Berja. Antes era todos los días”, recuerda con nostalgia.

Mientras la era rememoraba bajo un sol de justicia los tiempos de la parva, a la sombra estaban los artesanos barrileros y las mujeres de la uva. Eduardo Ortega comenzaba uno de los miles de barriles de uva que ha realizado a lo largo de su vida. “Estoy juntando madera de pino, antes venían camiones desde Galicia cargados para hacer 40.000 barriles. Empecé con 9 años y hace 30 que se perdió esta labor. Antes con mi padre hacíamos todos los días 70, y en plena faena más. Es una pena, tengo un hijo con 29 años y nunca lo había visto”.

Junto a él Ascensión y Ana limpiaban cuidadosamente la uva y la mezclaban con serrín dentro del barril, “así se conservaba perfectamente para exportar al extranjero. Ganábamos diez pesetas al día, nos daban un vale que se guardaba para cobrarlo al mes. Desde las ocho de la mañana y hasta las siete de la tarde trabajaban sin césar”.

 

Una de ellas tenía que andar seis kilómetros desde Castala para ir al trabajo y volver por la noche. En este duro trabajo conoció a su marido, que se dedicaba a labrar los arcos de los barriles, la misma labor que por afición y pasión seguía ayer realizando él sentado a la fresca sombra con sus tradicionales herramientas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado originalmente en la gaceta de Almeria: Periódicos Alternativos de Almería S.L.

 

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